"Quién recibe una idea de mí, recibe instrucción sin disminuir la mía; igual que quién enciende su vela con la mía, recibe luz sin que yo quede a oscuras"
—Thomas Jefferson
2 may 2012

Papá, hoy no tengo ganas de ir al cole…

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Aporte de Sergio Zamora
 Papá, hoy no tengo ganas de ir al cole…
Querida Irene. Tengo cinco minutos para que te arrepientas de lo que acabas de decir y recuerdes esta historia cuando te asalten de nuevo las dudas. En algún lugar del mundo y de la historia un puñado de niños como tú se juega la vida diariamente para poder llegar a la escuela y recibir una educación infinitamente peor que la tuya. Puentes a punto de venirse a bajo, campos minados, acantilados desmembrándose, piquetes racistas, guerras que no son suyas… Una aventura de riesgo solo para poder sentarse en sus pupitres ¿No me crees? Mira. Las caras del odio
— ¿Por qué miran a esa niña con esas caras? ¿qué ha hecho? —Nada. Elizabeth Eckford era una niña de 15 años cuando los ‘mandamás’ de su país declararon ilegal la segregación racial en las escuelas. Sí hija, hasta hace bien poco los niños de color no podían ir al cole con los niños blancos porque sus padres no los consideraban iguales y ¡ellos querían!… ¡Fíjate que tontería! Hoy en tu clase hay niños de todos los países. El 4 de septiembre de 1957, cuando tu padre todavía no había nacido, Elizabeth y ocho compañeros de color se presentaron en la escuela Little Rock de Arkansas. Una de las zonas más racistas y con más odio de aquel país. Una muchedumbre babeante e iracunda les insultó y gritó, impidiendo su entrada en el colegio durante ese día y sucesivos. Solo porque no les gustaba el color de su piel. Ni la mediación del presidente Eisenhower logró calmar los ánimos y todas las escuelas del Estado cerraron durante un año para evitar incidentes y hacer una transición más sosegada. Más tarde Elizabeth llegó a la universidad y acabó siendo profesora en el mismo colegío que un día le impidió el acceso. ¿Recuerdas que todas las películas tienen moraleja? Pues la de esta peli, real como la vida misma, da un escarmiento magistral a los cobardes que odian solo por el color de las personas. —¿Qué tontería verdad?.
Tirolina Nepalí
—Mira como van esas niñas al colegio —¡Qué chulo, yo quiero! —Ahora fíjate cómo van sentadas, donde llevan las manos, las chanclas… Más de 12 millones de nepalíes viven en las inmediaciones del Himalaya. La zona con más montañas y más altas cumbres de todo el planeta. No hay casi carreteras, ni autopistas, ni paradas de autobús. Un territorio seccionado por mil valles y otros tantos ríos acaudalados que impiden el normal tránsito entre pueblos y aldeas. Los niños usan puentes artesanales hechos con tablones, cuerdas y poleas improvisadas, como las yincanas de aventura que tanto te gustan pero sin arneses ni doble sujección de seguridad. Durante décadas, esa falta de seguridad, ha causado infinidad de accidentes a muchos niños como tú que se levantan de madrugada solo para poder llegar a tiempo al colegio. Afortunadamente varias ONGs se encargan hoy de construir puentes y góndolas seguras para mitigar la siniestralidad. Esos niños se morirían de ganas por poder ir como nosotros en coche y calentitos al colegio.
Nadar y guardar la ropa
Hoy tienes natación y quizás por eso has torcido el gesto al levantarte. Mira a estos niños. No saben lo que es una piscina pero se bañan todos los dias para ir al colegio. Tienen que cruzar un caudaloso río para llegar a la escuela. Y lo hacen a diario. Haga frío o calor. Hồ Khong, un niño com tú de la escuela primaria Hung, en el distrito de Minh Hoa, en Vietnam; nos lo cuenta: “La profundidad es de unos 20 metros y la corriente es grande, a veces asusta. Pero como queremos ir a la escuela para aprender para tener un trabajo profesional y con ello un futuro mejor, corremos el riesgo de cruzar a nado el río.” Para ello llevan unas grandes bolsas de plástico donde meten sus ropas y libros. Nada de estupendas mochilas de Barbie impermeables y con ruedas. Las inflan para fabricar su flotador-guía y cruzan diariamente los 15 metros de río. En temporada de lluvias faltan hasta un mes al colegio. El caudal crece demasiado y sería peligrosísimo intentarlo. Se los llevaría la corriente para siempre.
Campos minados
—¿Qué significa ese cartel, papá? —Peligro. Bombas enterradas. La guerra civil (esa guerra entre hermanos de un mismo país que termina siempre destruyéndolo) terminó en Angola en 2002, pero su fantasma sigue enterrado por todo el territorio en forma de minas y artefactos bélicos. Esas bombas que ponen bajo tierra los mayores para que los niños las pisen sin querer mientras juegan o caminan hacia el colegio. Miles de hectáreas de tierra virgen y rica permanecen improductivas por esas ‘semillas explosivas’. Son muy difíciles de destruir porque están muy bien escondidas e interfieren siempre en la vida de los más débiles, niñas como la de la foto, o como tú. A pesar de las ratas antiminas que utilizan para desactivarlas, 80.000 accidentes en 20 años convierten el camino a la escuela en una aventura a vida, muerte o condena a llevar muletas de madera el resto de su existencia. Todo por aprender a ser mejor persona y evitar repetir el legado de los que se dicen llamar sus maestros. —¡Qué miedo!.
La yincana china
Imagina que para ir a trabajar tienes que hacer 200 km andando y cruzando barrancos de 500 metros de altura, agarrado a las rocas y sobre ríos congelados. Imagina que tardas dos días en llegar, vadeando cuatro ríos, cruzando puentes desvencijados y angostos caminos de tan solo unos centímetros de anchura sobre las punzantes rocas. Imagina ahora que no eres Tintín o un superhéroe de ClanTv sino una niña como tú que solo quiere ir a aprender al colegio… Aproximadamente unos 80 niños se juegan la vida diariamente y eligen el riesgo del atajo por las paredes verticales de Pili, un pueblo del norte de la región china de Xinjiang Uygur. Un espectáculo que bien parece un concurso televisivo infantil de pruebas físicas para ganar un viaje a Euro Disney. Pero es real.
¡Viva la Guagua!
—¿Esos son niños de un circo, papá? —No. Cinturones abrochados, elevadores de seguridad según normativa europea, sillitas reglamentarias, capazos con arneses… Todo eso que repasamos en cada viaje al colegio es un cuento chino para estos niños. En Pematangsiantar, Indonesia (foto superior) o en Baghpat, India (foto inferior) nadie entiende ese vocabulario. Se alquilan al hacinamiento en vehículos de tracción variable a cambio de llegar a tiempo a la escuela. Puede parecer divertido pero… ¿Te imaginas qué pasaría si el conductor da un frenazo brusco porque se le cruza un perro en su camino? —No quiero saberlo.
El puente (roto) sobre el río Ciberang
—¡Papá, se van a caer! —Afortunadamente no pasó nada, hija. Hubo un temporal que estropeó el puente, pero esos niños decidieron que no podían dejar de ir a la escuela por tonterías. 17 de enero de 2012. Las lluvias torrenciales arrastran todo tipo de maleza sobre el crecido río Ciberang, a su paso por la aldea Sanghiang Tanjung, en la provincia Indonesia de Bateng. La fuerza de la corriente golpea y daña los pilares del puente comunal (construido en 2001) que une el pueblo con el suburbio de la escuela. El paso queda muy dañado pero no impide que desde ese día los niños lo sigan cruzando a duras penas para ahorrarse 30 minutos de rodeo. Un fotógrafo de reuters estaba allí para contarlo.
Esta no es mi guerra
—Papá ¿Por qué los policías se protegen con un escudo y esa niña no? —Es muy valiente. 16 de marzo 2010. Una niña de tu misma edad pasa indolente sorteando las piedras lanzadas por sus hermanos palestinos contra militares israelíes en su camino diario a la escuela en el campamento de refugiados de Shuafat en la Ribera Occidental, cerca de Jerusalén. A ella parece no importarle la guerra que libran sus hermanos. Solo quiere llegar al cole para enseñar sus tareas. ¿Parece valiente, verdad? El conflicto Palestino-Israelí ha convertido esa rutina infantil en un largo y tortuoso camino lleno de obstáculos para los hijos de esa eterna guerra.
En busca de la escuela por el río helado
—¿Dónde van esos niños si no hay casas por ninguna parte? —A un internado, a varios días de camino Zanskar, India, Himalaya. Un pequeño pueblo en el paraíso montañoso. Implacable en invierno. 40 grados bajo cero. Todos los años, en el trimestre más frío, un grupo de niños acompañados de sus padres atraviesan tres valles para llegar al internado de Leh, antigua capital del reino de Ladakh y donde pasarán el resto del año. No hay carreteras, no hay caminos. Lo hacen por el único sitio posible. El río Zanskar helado. La caminata dura varios días, con noches al abrigo de las cuevas heladas de la ladera. Todos los años muere algún turista intentando imitar el trayecto de los niños de Zanskar, más instruidos en las dobleces y grietas del traicionero hielo…
 —¿Sigues teniendo pereza para ir al colegio hoy?
 —No.
 —Arréglate y nos marchamos…
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13 mar 2012

Lo recibí en el correo de un foro al que pertenezco

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Discurso de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo.


MEDIO PAN Y UN LIBRO
 


Alocución de Federico García Lorca al pueblo de Fuente Vaqueros (Granada) en septiembre de 1931:



"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. «Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre», piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

"Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

"No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

"Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

"¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: «amor, amor», y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!». Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

"Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: «Cultura». Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz". (hace casi ochenta años)


Un cordial saludo
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25 feb 2012

En los zapatos de otro

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Bill Andrews era un tipo grande, torpe y poco atractivo.

Se vestía extrañamente con ropa que no le quedaba bien. Había varios tipos que pensaban que era divertido burlarse de él. Un día uno de ellos notó una pequeña rotura en su camisa y le dio un jaloncito. Otro obrero en la fábrica agregó su poquito y en poco tiempo había una exhibición de jirones.

Bill siguió con su trabajo y al pasar demasiado cerca a una banda transportadora, uno de los jirones de su camisa fue atrapado por la maquinaria. En fracciones de segundo, la manga y Bill estaban en problemas. Las alarmas sonaron, los interruptores fueron accionados y se evitó el problema.

El capataz, sin embargo, al tanto de lo que había pasado, convocó a los hombres y relató esta historia:

En mis días mozos, trabajé en una pequeña fábrica. Allí fue donde primero conocí a Mike Havoc. Era grande e ingenioso, siempre haciendo chistes y travesuras.

Mike era un líder. Entonces también había un Pete Lumas. Él siempre le seguía la corriente a Mike. Era un seguidor. Y también estaba un hombre llamado… Jake.

Él era un poco más Viejo que el resto de nosotros -callado, inofensivo y apartado. Siempre almorzaba solo. Siempre vistió los mismos pantalones parchados por tres años seguidos. Nunca se unía a los juegos del mediodía: luchas, herraduras, y cosas similares.

Se veía indiferente, más bien siempre sentado bajo un árbol en silencio.

Jake era el blanco natural para chistes prácticos. Solía encontrar una rana viva en su porta-vianda o a un roedor muerto en su sombrero. Pero siempre lo tomaba con buen humor.

Entonces, un otoño, cuando las cosas estaban lentas, Mike tomó unos días libres para ir de caza. Pete se le unió, por supuesto. Y nos prometieron a todos que si cazaban algo, nos traerían a cada uno una parte. Así que todos nos entusiasmamos cuando oímos que habían regresado y que Mike había cazado un venado grande. Oímos más que eso.

Pete nunca podía reservarse nada, y nos dejó saber que tenían una gran broma preparada para Jake. Mike había cortado al bicho y había hecho un paquete agradable para cada uno de nosotros. Y, para divertirnos, había guardado las orejas, la cola y las pezuñas -sería tan divertido cuando Jake las abriese.

Mike distribuyó sus paquetes durante el almuerzo. Cada uno de nosotros recibió una buena pieza, la abrimos y se lo agradecimos. El paquete más grande lo guardó para el final. Era para Jake.

Pete estaba a punto de estallar y Mike se veía muy satisfecho. Como siempre, Jake estaba sentado solo; estaba en el extremo más lejano de la gran mesa.

Mike empujó el paquete donde él pudiese alcanzarlo; y todos nos sentamos a esperar. Jake nunca decía mucho. Uno pudiera nunca darse cuenta de que él estaba presente por “su mucho hablar”. En tres años nunca habría pronunciado cien palabras. Así que nos asombramos con lo que pasó a continuación.

Él tomó el paquete con firmeza y se puso lentamente de pie. Le sonrió ampliamente a Mike -y fue entonces que nos dimos cuenta de que sus ojos relucían. Su manzana de Adán tembló de arriba a abajo por un momento hasta que recobró el control de sí mismo.

“Sabía que no me olvidarían”, dijo agradecido; “¡sabía que lo harían! Ustedes son grandes y juguetones, pero sabía que tenían un buen corazón”. Tragó nuevamente y entonces se dirigió al resto de nosotros.

“Sé que no he sido muy amistoso con ustedes, pero nunca quise ser rudo. Verán, tengo nueve chicos en casa -y una esposa que ha estado inválida- en cama por los últimos cuatro años. Nunca se va a mejorar. Y algunas veces, cuando se siente realmente mal, tengo que estar a su lado toda la noche para cuidarla. Y la mayor parte de mi salario tengo que gastarlo en médicos y medicamentos. Los muchachos hacen lo que pueden para ayudar, pero a veces ha sido difícil poner alimento en sus bocas”.

“Quizás piensen que es tonto de mi parte el que coma solo. Bueno, reconozco que me he avergonzado un poco de mí mismo porque no siempre tengo algo en mi emparedado. O, como hoy -tal vez solo hay un nabo crudo en mi porta-vianda. Pero quiero que sepan que esta carne realmente significa mucho para mí. Quizás más que a nadie aquí porque esta noche mis muchachos”, se secó la humedad de sus ojos con el dorso de su mano, “…esta noche mis muchachos van a tener una buena…” Tensó la cuerda del paquete.

Habíamos estado observando a Jake con tanta atención que no le habíamos prestado mucha a Mike y Pete. Pero todos los observamos ahora, porque ambos se lanzaron al mismo tiempo a agarrar el paquete. Pero llegaron muy tarde. Jake había roto el envoltorio y ya estaba revisando su regalo.

Examinó cada pezuña, cada oreja, y entonces levantó la cola que se colgaba blanda. Debía haber sido tan divertido, pero nadie se rió -ninguno en absoluto. Pero la parte más difícil fue cuando Jake levantó la mirada e intentó sonreír.

Aquí fue donde el capataz dejó la historia y a sus hombres. No tuvo que decir nada más; pero fue gratificante observar que mientras cada hombre comió su almuerzo ese día, compartió con Bill Andrews y uno de ellos aún le ofreció su camisa.
Muchas veces no entendemos porque tal persona es callada, no ríe, parece raro o como que no encaja en el grupo, y la verdad es que desconocemos mucho de esa persona, cuando nos acercamos y nos enteramos que viven o sufren y nos ponemos en sus zapatos, entenderemos su corazón. No los ignoremos, acerquémonos hoy a ellos y quizás nos sorprendamos.
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