James Lovelock: "La vida sobrevivirá al cambio climático; la humanidad, no sé"
James Lovelock parece mirar la Tierra desde muy lejos. Asegura que los efectos del cambio climático pueden ser catastróficos para la humanidad, pero confía en que el planeta sabrá recuperarse. Eso sí, con cambios radicales para la vida humana. Hay poco que hacer, según el científico: no hay tecnologías milagrosas y las energías alternativas son «una estafa». Habrá que esperar que Gaia -así llama él a la Tierra- absorba el golpe y que la humanidad (si sobrevive) actúe de manera más acorde con los mecanismos de funcionamiento del planeta. Lovelock pronunciará una conferencia hoy en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, invitado por el Museu de Ciències Naturals.
James Lovelock, en el Palau de la Virreina, en Barcelona, ayer. ALBERT BERTRAN
-¿Recuerda su proceso de enamoramiento de la ciencia?
-Mi padre creció en el campo, sabía mucho de animales y era un excelente compañero de excursiones. Pero ni él ni mi madre tenían respuestas para todas las preguntas que les hacía. Así, a los 4 años decidí que trataría de contestarlas por mí mismo.
-¿Cuándo intuyó la teoría de Gaia?
-Ocurrió en un instante. Estaba en un despacho de la NASA. Allí estudiaba cómo detectar vida en Marte. Mi idea era que solo podía haber vida si había gases en reacción. Mientras discutía este asunto, entró un astrónomo con una montaña de papeles. Era el análisis infrarrojo de la atmósfera de Marte y Venus. Me dijo que era inerte, había casi solo CO2: no podía haber vida allí.
-¿Y qué tiene que ver todo esto con la Tierra?
-Enseguida pensé en la extraordinaria atmósfera de la Tierra: gas natural mezclado con oxígeno. Si las proporciones fueran distintas, sería una mezcla explosiva. Sin embargo, se mantiene siempre la concentración justa: debe haber algo que la regula. Como la vida produce estos gases, debe ser la vida la que lo hace. Es más: hoy el Sol es el 30% más caliente que cuando la Tierra nació, pero el planeta no se ha calentado. He aquí otra función de la vida: fijar la temperatura adecuada para mantenerse. Para regular la temperatura hay que regular la atmósfera. Lo estamos descubriendo con el cambio climático: hemos introducido una pizca de CO2 en la atmósfera y ya nos estamos calentando.
-¿En qué momento decidió ser un investigador independiente?
-A los 40 años. Tenía un trabajo ideal de investigador, pero me veía abocado a la rutina hasta la muerte. Entonces, me llegó una carta de la NASA. Me ofrecía colaborar en sus misiones. Como lector de ciencia ficción, no podía rechazarlo. Pero entré como consultor, no como empleado. Así me convertí en freelance. Me considero un científico al viejo estilo. En el siglo XIX, los investigadores se autofinanciaban. La ciencia era una vocación, como lo es para mí. Al contrario, creo que el 99% de los científicos de hoy viven su trabajo como una carrera profesional.
-¿Adónde nos lleva el calentamiento global?
-El calentamiento es una realidad: el núcleo de las pruebas científicas es sólido. Sin embargo, el nivel del mar crece mucho más rápido de lo previsto por los estudios. Respecto a la superficie, podemos esperarnos que suba hasta 5 grados, pero no sabemos si será en un plazo de 30 años o en centenares. Hace 17.000 años, la Tierra cambió un poco su posición, pero la subida de temperatura ocasionada por este hecho se produjo al cabo de 500 años, con muchas oscilaciones de por medio. En todo caso, si ponemos un millón de millones de toneladas de gases en la atmósfera, como seguramente haremos dentro de 10 o 20 años, no podemos evitar que haya consecuencias.
-¿Qué podemos hacer?
-En primer lugar, intentar sobrevivir. Los humanos somos los únicos animales sociales e inteligentes. Podemos hacer cosas como ver la Tierra desde el espacio. Si nos integráramos en los mecanismos de funcionamiento de Gaia, como casi todas las especies, podríamos hacer de la Tierra un planeta inteligente. En segundo lugar, dejemos de sentirnos culpables. Los empresarios de la revolución industrial no querían destruir la Tierra: solo ganar más dinero. Los primeros organismos en hacer la fotosíntesis inundaron el planeta de oxígeno, que entonces era un veneno. Pero la Tierra se adaptó y ahora es un gas básico para la vida.
-¿Cómo podemos «integrarnos en Gaia»?
-No lo sabemos. Quizá como pasa con las hormigas, la selección natural hará su función y favorecerá los nidos mejor organizados: nuestros nidos son las ciudades. La vida sobrevivirá al cambio climático, pero no sé si también lo hará la humanidad. Es posible que no, y que otros organismos tomen la escena del planeta.
-¿Nos ayudarán el desarrollo sostenible y las nuevas tecnologías?
-La geoingeniería [grandes dispositivos o modificaciones del ecosistema para absorber CO2] es una opción. Pero es como la cirugía en el siglo XIX: podría servir de algo, o podría ser peor que el mal que pretende curar. La energía eólica y la solar son una estafa. En ciertos casos, por ejemplo Alemania, pueden producir más CO2 que las energías convencionales.
-Los científicos están buscando la vida en otros planetas: ¿es el espacio una vía de salida?
-Es probable que el universo esté lleno de vida sencilla, como las bacterias. Cuando la vida se apodera de un planeta, lo modifica para permanecer. Sin embargo, plantearse convertir Marte en una segunda casa es una idea loca e insolente. Si dejáramos la Tierra en paz, se cuidaría por sí sola y se mantendría confortable para nosotros, pero ¿por qué deberíamos abandonarla? No tiene sentido hacerlo.
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